Caballos salvajes

El caballo ha sido uno de los animales que más servicios a prestado a la humanidad a lo largo de la historia. Sus orígenes son muy antiguos, y su primer ancestro apareció hace 55 millones de años, aproximadamente. Desde que los humanos comenzamos a domesticarlos, hemos ido eligiendo a aquellas variedades que más nos han beneficiado en diversos aspectos, pero otras siguen siendo salvajes.

Aunque hoy en día la mayoría de las razas de caballos conviven con los humanos, algunas de ellas aún viven en libertad. Esto no quiere decir que ningún ejemplar de estas razas esté domesticado, sino que, en su mayoría, son salvajes. A aquellos caballos que proceden de otras razas domésticas, también se les llama cimarrones, y tienen las ventajas de ser más resistentes a enfermedades y contar con cascos más fuertes que los caballos domésticos de los que vienen.

Como rasgos generales a todos los caballos salvajes, viven en grupos llamados manadas. En todas las manadas, los caballos siguen una jerarquía en la que un líder (o en ocasiones, lideresa), se encarga de proteger a todos los demás miembros, abatiendo a los depredadores y guiando al grupo durante una huida o desplazamiento. Si la manada está siendo perseguida, el líder se situará detrás para proteger a las madres y sus potros, que suelen ocupar los últimos lugares. Como muchos otros animales, los caballos también combaten entre ellos para poder aparearse con las yeguas. Si el líder de una manada es derrotado, el ganador reclamará su puesto.

¿Cuáles son estas razas?

Mustang:

Una de las razas salvajes más conocida, y la más abundante en América del norte. Estos caballos, en realidad, proceden de caballos domésticos que fueron reintroducidos por conquistadores españoles, después de su extinción en el continente americano durante el pleistoceno. Como muchos de ellos no se adaptaron a la vida en cautividad y escaparon, pasaron a vivir en libertad. Por ello, el mustang procede de una mezcla de diversas razas, como la pura raza española (o andaluz) o el purasangre árabe.

A nivel físico, cuentan con un hocico pequeño, grupa redondeada y cola baja. Son más bien pequeños, con una altura inferior a 1.60 m hasta la cruz. Sus coloraciones más comunes son el castaño (bayo), el marrón rojizo (bayo cereza) y el marrón claro (alazán). También pueden presentar pelajes pardos y con manchas. Uno de los más característicos es el «blanket«, que de forma similar al caballo apaloosa, muestra manchas en la zona posterior del torso sobre un fondo blanco, mientras que el resto del cuerpo suele ser castaño.

Su carácter es fuerte y muestra una gran resistencia a ser domado, por ello son casi todos salvajes. Son caballos muy independientes y de los más inteligentes, que no necesitan realmente a la manada para sobrevivir. Además, cuentan con una gran capacidad de adaptación para distintos tipos de clima. Se alimentan de casi cualquier tipo de planta, sobre todo del pasto de las estepas y montañas que habitan.

Brumby:

Como sucede con el caso de los mustang, los caballos brumby también proceden de una mezcla de otras razas de caballos domésticos. En este caso, fueron los colonizadores ingleses los que llevaban a sus caballos hasta Australia, y de los que escaparon allí, vienen los actuales brumby. Por lo tanto, es probable que entre sus antepasados encontremos razas como el purasangre inglés. Más tarde, los españoles empezaron a embarcar allí con sus caballos, así que esta raza también tiene sangre de caballos andaluces y árabes, entre otros.

Los brumby poseen una amplia gama de pelajes, desde blancos hasta negros y castaños, o de varios colores al mismo tiempo. Al ser una mezcla de muchas razas, ha adquirido las mejores características de cada una de ellas, por lo que este caballo tiene unas cualidades físicas muy buenas. Es grande, resistente y fuerte. Esto hizo que adquiriese una gran popularidad entre los nativos australianos siglos atrás, ya que podían utilizarlo para el transporte y al mismo tiempo para los trabajos de fuerza, ya que podían cargar mucho peso.

Cuando los caballos brumby llegaron a Australia, se encontraron con un hábitat idóneo en el que asentarse. No había depredadores lo suficientemente rápidos como para ponerlos en peligro, y el terreno era rico en vegetación. En tan buenas condiciones, rápidamente comenzaron a reproducirse. Pero, como sucede cuando cualquier especie invasora se expande con tal eficacia, estos caballos comenzaron perjudicar a algunas especies autóctonas, que ahora tenían que competir con ellos por la comida y el territorio.

Ante la excesiva población de brumbys, las autoridades australianas impulsaron la caza de estos caballos para consumo humano, además de su domesticación y comercio. Mediante esta iniciativa, que se llevó a cabo de forma controlada, pudieron disminuir el número de caballos en Australia y permitir así la recuperación de especies autóctonas.

Caballo de Przewalski:

Hoy en día, esta es la única raza de caballo con vida que nunca ha sido domesticada. Por desgracia, aunque no están domados, los únicos ejemplares que conservamos de esta raza viven actualmente en cautividad, en parques nacionales y zoológicos. Al no estar adaptados a la convivencia con humanos, esto hace que se encuentre en un grave peligro de extinción. Algunos países asiáticos han elaborado planes para la reinserción del caballo de Przewalski en la naturaleza, pero no parece tarea fácil.

Son protagonistas de muchas pinturas rupestres halladas en Asia central y Europa, por lo que sabemos que se trata de un animal de orígenes muy antiguos. De hecho, su propio aspecto es primitivo, y muy diferente del de cualquier otro tipo de caballo. Su cabeza es muy grande y las patas cortas, por lo que da la impresión de estar ligeramente desproporcionado. Su cuello es muy robusto y las orejas largas. Sus diferencias llegan incluso al campo genético, ya que es el único caballo que posee 66 cromosomas, en vez de 64.

Caballo namibio:

Este caballo, habitante del desierto de Namib, es ejemplo de una feroz capacidad de adaptación en hábitats hostiles. Su origen es aún un misterio, pero hay algunas teorías que lo achacan a la intervención de los ejércitos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Concretamente, se cree que el capitán Hans-Heinrich von Wolf criaba estos caballos en los terrenos que poseía en África, y tras que tras su muerte estos fueron abandonados y pasaron a vivir en libertad. Además, se sabe que el caballo namibio guarda una gran relación con el caballo árabe, y que los alemanas criaban esta raza para utilizar en carreras y en las minas de diamantes.

Esta raza ha tenido que adaptarse a un medio en el que el agua es escasa. Pueden pasar hasta 72 horas sin beber durante el invierno, y unas 30 durante el verano. Se alimentan de la poca vegetación que son capaces de encontrar. En casos de necesidad, pueden comer sus excrementos, que son ricos en lípidos (grasas) y proteínas. Cuando el desierto recibe un poco de lluvia y la vida florece, los caballos aprovechan al máximo la ocasión y priorizan su alimentación sobre cualquier otra actividad, comiendo también por las noches.

El caballo namibio ha tenido que enfrentarse y grandes dificultades para poder sobrevivir. Uno de los sucesos más devastadores tuvo lugar en el año 1992, cuando se había organizado una subasta de 104 caballos por el supuesto exceso de ejemplares. Como no pudieron adaptarse a la vida en cautividad, en el 1997 todos habían muerto. Más tarde, un grupo de hienas se adentró en su territorio. Estos depredadores acabaron con la vida 100 caballos, cuando su población ya era reducida. Actualmente, solo siguen con vida 74 ejemplares, por lo que la raza está pasando por una grave situación.

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